Dando jabón a los cien miembros del COI

Dando jabón a los cien miembros del COI

Hace cuatro años ya vivimos esta situación en Singapur. Entonces apareció Tony Blair (bien es cierto que jugaba en casa, porque aquello era parte del Imperio) se recluyó en una habitación del hotel del COI, recibió y halagó a cuantos pudo y se fue. Luego, en la presentación, Sebastian Coe cantó un Carros de Fuego e hizo el resto. Los Juegos fueron para Londres, cuyo proyecto no era más que la intención del deseo de la ensoñación de una idea. Era, literalmente, un proyecto virtual, menos armado y trabajado que cualquiera de los otros. Ganó, porque el sanedrín del COI se sintió halagado y movilizado.

Todos hemos aprendido de eso, así que aquí están el Rey y la Reina (entonces sólo la Reina ), está Lula, llegará hoy Obama (entonces sólo estuvo Hillary Clinton), está el primer ministro japonés. Se trata de convencer a un centenar de personas, eso es. Un buen puñado de ellos le deben aún alguna lealtad a Samaranch y eso nos puede servir para apartar a Tokio en la primera ronda. Con eso contamos. Contamos también con que el plan de Madrid 2016 es bueno en el buen sentido de la palabra. En contra tenemos la ley no escrita de la rotación de continentes y ¡ay! cierto aura de paraíso del doping, que todavía nos persigue.

Pero, en fin, se trata sólo de convencer a ese centenar de personas que durante cuatro días son, por una vez cada cuatro años, los reyes del mambo. Se trata de darles jabón, como hizo Blair y ahora hacemos todos, y de meterles por los ojos las ventajas de lo nuestro. Pero hay que saber que se trata de un grupo heterogéneo e imprevisible y que esta es una elección de descarte en la que ser segunda o tercera opción puede ser hasta mejor que ser la primera. Qué pasará hoy no puedo saberlo. Lo que sí puedo asegurar es que por parte de Madrid 2016 se han hecho razonablemente bien las cosas. Y que tengo fe.