Lágrimas que valen un campeonato

Lágrimas que valen un campeonato

Muy poca gente conoce que el pasado domingo fue el día más especial en la carrera deportiva de Pau Gasol. Lo sabían sólo su familia y algunos de sus compañeros. La final ante Serbia estaba por encima de importancia del anillo de la NBA con los Lakers. Cierto que en Los Ángeles consiguió hace meses el título, pero no lo hacía rodeado de sus mejores amigos. Cierto es que con la Selección había ganado un Mundial, pero en la final no pudo ayudar por lesión. El pasado domingo Pau se encontraba por fin ante el reto de ganar un título europeo rodeado de sus amigos y estando en plenitud de facultades. De ahí, sus lágrimas al final del choque y las que pude ver en el vestuario.

Pau llegó con una espina clavada en el corazón. El último balón del Eurobasket de España pasó por su cabeza antes de la final. Como también lo hizo la final de Saitama, que tuvo que ver desde el banquillo. Entonces también lloró. En las dos ocasiones, una en público y otra en privado. Allí, lo hizo de rabia. El domingo, las lágrimas eran, por fin, de alegría. Con su actuación, Gasol se ha quitado un peso de encima, pero nos ha traspasado las lágrimas. Ese llanto en el futuro va a ser nuestro y va a llegarnos cuando él nos falte. El título europeo hace que su palmarés sea redondo. Es campeón de todo y, a pesar de que a veces parezca lo contrario, también es humano. Y se cansa. Y eso nos va a privar de su presencia, seguramente, en las dos próximas citas de la Selección: el Mundial de Turquía y el Europeo de Lituania. Y sin Pau somos muy buenos, pero no invencibles. Así que vayan preparando los kleenex.