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Cuatro finales en cinco días

Como la mayoría, también quité el freno de mano durante la primera parte de la preparación y me entregué a la pendiente, a saborear la medalla de oro que en un mes le colgaría del cuello a la Selección. Luego llegaron Lituania, en la preparación, y Serbia, Gran Bretaña, Eslovenia y Turquía en el campeonato. Derrotas y sustos mayúsculos, que casi son peores. Y en mitad de la rampa, antes de estrellarnos, eché el freno de mano y ahora me resisto a quitarlo. Reaccio­namos bien el lunes frente a los lituanos y ayer, contra Polonia, jugamos a lo grande en una final con f minúscula. Partidazo. Hubo velocidad hasta cuando atacábamos en estático, volvieron las rotaciones efectivas, sumaron muchos, se repitió la generosidad en el pase (25 asistencias), Pau Gasol y Navarro mostraron sus galones, el banquillo sonrió... Una gozada.

Me dirán, ¿entonces? Puede que sea por superstición, por un mecanismo psicológico de defensa, por respeto a los rivales, pero prefiero no volver a celebrar nada antes de tiempo. Seguiré con el freno echado. España aún debe refrendar la recuperación ante un rival de primera, como Francia hoy, y tiene que ganar cuatro partidos en cinco días, si contamos el de ayer. Tanto desgaste sin margen de error provocará que en algún instante Gasol y Navarro no estén bien, quizá en el mismo partido, momento en el que otros deberán dar un paso al frente, como hicieron Sergio Rodríguez y Rudy ante Argentina en el Mundial. Entonces, sólo entonces, habremos ganado el oro.