Cristiano, Ronaldo y Ronaldinho

Cristiano, Ronaldo y Ronaldinho

Antes del último, Cristiano, otros dos ronaldos pasaron por aquí, con ruido, éxito, goles, adoración y decadencia. Fueron dos historias de fulgor y caída, que nos dejaron el agridulce recuerdo de sus proezas y su abandono. Ronaldo fue un trueno. Llegó al Barça y sembró el terror en el campeonato. Se fue antes de tiempo y luego tuvo una grave lesión, con recaída seria. Se levantó, fue campeón del mundo y vino al Madrid galáctico. Mantenía sus arrancadas, su terrible eficiencia ante el gol. Me siguió impresionando como sólo me consiguieron impresionar, aún niño, Kubala, Di Stéfano y Puskas.

Ronaldinho fue objetivo de Florentino en su primera época, pero lo aplazó un año, porque prefirió a Beckham. Como el que se fue a Sevilla perdió su silla, se le adelantó el Barça, y en torno a él se pudo reconstruir tras el largo túnel en que le sumió la salida de Figo. Alegre, brillante, rápido, ingenioso, hábil, goleador. Nunca se le caía la sonrisa, alegraba su entorno con su saludo de surfero. Con él, el Barça no sólo salió del pozo, sino que llegó a ganar la Champions. Todo giraba alrededor suyo, hasta provocar los celos irrefrenables de Etoo. Sólo había ojos para Ronaldinho.

Pero la noche les confundió. Se hicieron refractarios al entrenamiento y cargaron sus cinturas con indisimulables michelines. Los dos salieron de aquí para el Milán, donde Berlusconi colecciona galácticos pasados de fecha. El primero ya salió de allí y ahora disfruta en Brasil porque es tan bueno que puede triunfar con una pierna en aquel fútbol del que cada año salen mil jugadores, entre ellos los mejores de cada nueva promoción. Ronaldinho está estrellado en el Milán, donde le piden que se ponga a dieta. Eran tan buenos como el que ahora viene, si no mejores. Ya sabe éste lo que no tiene que hacer.