NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Forlán de los Forlanes

Yo estuve en el estadio de San Mamés la tarde de Forlán y eso lo podré contar dentro de muchos años si aún andamos por aquí. Pero también he tenido el privilegio de jugar al fútbol con don Pablo Forlán, el sabio zaguero de Peñarol, leyenda de Sao Paulo al que hizo campeón en su primera temporada brasileña tras una década sin éxitos paulistas. Y la alegría de jugar con el rápido Pablo, una centella que tiene un aire a Diego. Cuando no se desgarra. Soy amigo de Gabi Tedesco, ese privilegiado coleccionista de abrazos-cábala al que u-ru-gu-a-yo aprieta cada vez que rompe la portería contraria y nuestra inquietud. Sé que Forlán es mejor Forlán cuando el Kun anda fino. Entonces se juntan dos portentos. Y os digo porque lo vi de cerca, que el Kun estuvo admirable el sábado; lo defiendo desde la contracrónica porque no he leído a nadie que ponderara el esfuerzo de Agüero en Bilbao, disputando todas, en desmarque constante, bajándola entre gigantes, a la pelea cerrada por pelotas que, muertas, llegaron a Forlán para divinizarlas con un toque zurdo. Gol, gol y gol: Diego para la Bota de Oro, Forlán para la historia, un uruguayo para la memoria colchonera, un corazón de gol para la Champions.

Al terminar, se llevó con el balón de los elegidos, gol, gol y gol, camino del busto de Pichichi en San Mamés, su esfuerzo y el de los compañeros por un triunfo que aproxima al Aleti a su lugar. Es Diego Forlán, un tipo al que admiro. Pero no tanto como a mi Forlán estrella, una chica que se llama Alejandra, que camina sobre nosotros en silla de ruedas. Sobre nosotros, no entre nosotros. Sobre nosotros, como las almas superiores. Simplemente, la mejor.