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Tramposas Sociedades Anónimas

Mediante una ingeniosa técnica de aikido, el arte marcial que utiliza la fuerza del contrario, el geniecillo de la imagen rojiblanca tira del capitán Maxi en un anuncio por el que se pide la unión de todos a fin de terminar la Liga en felicidad, o sea cuartos. Pese a que fuera respaldado con una derrota cómica en Santander que se cargó el mensaje, el anuncio está bien, como es acostumbrado, porque la década melancólica sólo nos ha permitido dos liderazgos: nadie nos tose en campañas publicitarias y todos van por detrás en la envergadura de sus sociedades anónimas deportivas. Lo segundo es una risa. Por mi relación con el Huesca, cada día debo estudiar este asunto, cada día lo entiendo menos, cada día me irrita más. ¿Por qué un club sin deuda ninguna como la SD Huesca, con campo propio y patrimonio notable debe convertirse, so pena de descenso, en algo ajeno a sus socios, a los del escudo en el corazón (tal cual, nada que ver con la demagogia) para ponerlo en manos del capital que si en último extremo no llega desde el lugar puede llevarse al club lejos de la ciudad que le da nombre?

De esa barbaridad se salvaron el Madrid, el Barcelona y el Athletic en una maniobra que no ha perdido con el tiempo su apestoso tufo a componenda política. Ninguno de los tres estaba en mejores condiciones que algunos a los que se les impuso el nuevo estatus. Para disimular, el injusto legislador les adjuntó al único que, posiblemente, cumpliría los requisitos: el Atlético Osasuna del serio Fermín Ezcurra. De ese modo se partió en dos el fútbol de España. No hay nada igual en el mundo, nada tan grosero. El Atlético de Madrid es la primera víctima de este desmán porque es el que más seguidores tiene. ¿No habrá un diputado digno que denuncie esta barbaridad en el Parlamento? A su búsqueda me pongo de inmediato.