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El Atlético necesita un psiquiatra

E ste Atlético es un equipo esquizofrénico, con personalidades múltiples, capaz de jugar como los ángeles frente al Villarreal, hace sólo siete días, o de desesperar a sus más incondicionales como anoche en Mallorca. Es difícil jugar peor. El Atleti no dio una derechas, no hilvanó tres jugadas, no encontró nunca a sus delanteros y cuando lo hizo fue peor, porque el Kun y Forlán no estaban para nadie. El Atlético vibrante, con fútbol espectacular que arrolló al Villarreal, no compareció. Y por eso tiró por la borda todo lo que había ido acumulando en la etapa reina de la Liga, que acababa de superar con un notable alto. En 90 minutos desastrosos el equipo ha derrochado todo el crédito que había ganado. Y la Champions está ahora mucho más lejos.

Nosotros creíamos hace una semana que Abel había dado con la tecla buena y que el sprint final de la Liga de este Atleti se iba a convertir en un espectáculo, que ya se habían acabado por este año los sufrimientos. Un error. Fue un espejismo. Ni tecla ni gaitas. El Atlético sigue como siempre, aparece y desaparece sin motivos aparentes. Puede jugar muy bien o rematadamente mal. Cuando más le esperas, más decepciona. Esto no es un problema de la defensa más adelantada o más atrasada, ni de Abel o de Aguirre. Este es un equipo caótico y anárquico, con lagunas inexplicables. Y en Mallorca sacó la peor cara que se le conoce. Fue un ejercicio de impotencia durante noventa minutos. Este Atleti no necesita un entrenador, le hace falta un psiquiatra.