Sin perder... y sin opción de ganar
La Champions contempla exigencias mayores. Y más cuando se llega a estas eliminatorias directas en las que cae todo el peso de la competición y el que no sabe convivir con él, se derrumba de mala manera. Más o menos lo que le sucedió al Atlético, que se despide de su sueño más perseguido en los últimos años casi sin saborearlo. Sólo la visita a Anfield y el doble empate con el mismo Liverpool que arrasó al Madrid quedará en el disco duro de los rojiblancos más detallistas. Nada más. Dice adiós sin perder ninguno de los dos partidos, pero también sin opción de ganarlos. En el Calderón porque no supo manejar dos ventajas y pudo después salir trasquilado de mala manera. Y ayer, simplemente, porque no salió por la victoria. Por miedo o por incapacidad.
Lo peor para el Atlético, incluso, puede estar por llegar porque no se presenta como un equipo mínimamente fiable, siempre encomendado a la inspiración de Agüero y la solvencia de Forlán, que, además, no se sabe bien por qué razón son víctimas de las veleidades de sus entrenadores, como ayer le pasó al uruguayo. De los demás no se puede esperar mucho. Aparecen y desaparecen ofreciendo la sensación de que nunca te sacarán de un apuro. Visto lo cual, se vislumbra un futuro horrendo en el que cada partido puede ser una moneda al viento. ¿Cara? ¿Cruz? ¿Canto? Mientras siga encendida la llama del cuarto puesto -el tercero ya está a diez puntos- la temporada tendrá un sentido, como se apague pronto puede acabar en tragedia... como anoche.