Atlético: contra viento y villarato

Atlético: contra viento y villarato

El Atlético lleva algo especial dentro, está claro. Me lo decía anteayer Guasch: "En estas situaciones de locura se manejan mejor que nadie". Pues era verdad, tan verdad como que el Barça, tras perder el punto de ajuste fino que le hizo un equipo incomparable durante meses, ahora está perdiendo la seguridad. Se le notó ayer de salida. Lo disimuló a partir del gol de Heitinga que González Vázquez (sí, el mismo del Madrid-Sevilla) mandó al limbo porque sí. Recordó que juega con red, que nada tiene que temer, y llegó a ponerse cero a dos. Pero no, no es el Barça. Y el Atlético sí mejora, por fin.

Mejora con las líneas juntas, asumiendo el riesgo de la defensa adelantada, le compensa. Mejor ganar 4-3 que empatar a cero, digo yo. Mejor un partido como el de anoche que el muermo que nos soltaron Benítez y Juande el miércoles pasado. Y si el Atlético medio funciona y arrima balones a los de arriba, éstos se ocupan de todo. Sobre todo Agüero, el papá al que el retoño ha traído, como a todos, un pan debajo del brazo. Un pan, no. Dos panes, dos goles, tres puntos. Los otros los hizo Forlán, la otra fiera. Uno de penalti: ¡cuánto le costó pitarlo a González Vázquez! Por cierto: ¿por qué no echó a Henry?

Después de ponerle el cascabel a este gato el Atlético vuelve a mirar a la Champions. Y sobre todo mira, de forma inmediata, a ese Bernabéu donde espera el Madrid de las diez consecutivas. ¡Menudo derby vamos a tener! Ahora sí que todo el mundo cree que el Madrid puede. ¿Cómo no, si en tres jornadas ha recortado ocho puntos? Puede y cree, pero ahora sabemos que el Atlético también puede y cree, y también tiene su objetivo irrenunciable, el cuarto puesto. El que ya no sabemos si puede ni cree es el Barça. El gran Barça sigue ahí dentro, es evidente, pero no asoma, no sale. Sólo se ve su caricatura. Y sus arbitrajes.