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Higuaín: torazo en rodeo propio

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Lo afirmó en su día el maestro Di Stéfano tras deleitarse con la lectura de Martín Fierro. "Yo soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno". Una expresión racial que alimentó el espíritu legionario de La Saeta, que era tan decisivo en el Bernabéu como lejos de él, sacando las garras de líder indomable que le permitían ganarse el respeto de aquel vestuario irrepetible. De momento, otro argentino corajudo e intrépido ha enseñado el poder de sus armas al calor del hogar. Higuaín es un 'jugador de Bernabéu', que se crece ante la mirada fiscalizadora de esa grada que devora a los débiles de espíritu y ama a los boinas verdes. El Pipita llegó bajo sospecha por unos absurdos prejuicios sobre los doce millones invertidos en su fichaje. Que si era muy tierno (19 añitos), que no tenía gol... Y encima lucía un peinado-engrudo que hubiese inspirado un libro de Groucho Marx.

Dos años después, Higuaín es el pichichi liguero del Madrid: 13 goles. Pero todos son capitalinos. Una docena en el santuario de La Castellana y otro en el Calderón, que es como jugar en casa. Por eso y por la fe que le tengo, toca pedirle al Gaucho de Brest que se esmere en territorio hostil y empiece en El Molinón a gritar "¡gol!" sin complejos. En realidad, Higuaín ya fue torazo en rodeo ajeno en Pamplona, con un trallazo salido del alma que dibujó la Liga 31º con un estallido de orgullo digno de un futuro crack. Higuaín vale ahora 35 'kilos'. Ha triplicado su precio y su progresión no tiene techo. Torazo. Sea donde sea.