Le gusta ganar hasta al ping-pong
Hugo aterrizó en Madrid para incorporarse al Atlético el 14 de agosto de 1981. Tenía 23 años recién cumplidos. Al aeropuerto a recibirle fueron el gerente, José Julio Carrascosa, el secretario técnico, Héctor Núñez, y un directivo, Rafael López, que se convertiría a partir de entonces en su cicerone particular en Madrid. Visita al estadio. Fotos, primeras declaraciones, comida en una marisquería de la calle Fuencarral, reportaje en una clínica dental para dejar patente que además de goleador era odontólogo y partida de ping-pong...
Tal cual. Durante las fotos, en el potro del dolor con Hugo manejando las tenazas con destreza se me ocurrió comentar que mi padre tenía unos billares. "¿Y tiene ping-pong... sabe usted jugar? Pues le echo una partida cuando acabemos. Le voy a ganar seguro". Y me ganó. Justito, pero bien ganado. No fui capaz de cogerle el efecto de su revés cruzado.
Difícil tropezarse con un macho -le gusta el apodo- tan ambicioso, profesional, ganador y seguro de sí mismo. Para él primero es Hugo y después Hugo, pero pocos retos se le han resistido en su vida. El próximo es entrenar al Madrid y muchas chilenas tendrán que fallar sus jugadores para que no lo haga. Como cuando quiso irse del Atlético y tenía que ser al Madrid, no al Barça. O cuando se empeñó en dirigir a la selección de su país... Ahora apunta al Bernabéu. Apuesto por él.