Honda dio el primer susto cuando, después de abandonar la Fórmula 1, parecía que podía tomar el mismo camino en el Mundial de MotoGP. No fue así porque su presidente consideró que el negocio de las dos ruedas era vitalmente estratégico para la compañía en época de crisis, pero resultaba evidente que el Campeonato del Mundo de motos no iba a permanecer ajeno a este cataclismo económico generalizado. Ya se habían producido deserciones entre algunos equipos privados o modestos, pero es ahora un gran fabricante como Kawasaki el que decide esperar tiempos mejores para continuar su aventura en la competición. Una pésima noticia, sin duda, pero que conviene analizar también con precisión para evita tremendismos innecesarios... que bastante tenemos con lo que tenemos.

Kawasaki se va de los grandes premios porque las ventas de motos no están para muchas alegrías. Pero al margen de una comprensible política de austeridad, lo evidente es que la marca verde tampoco le estaba sacando demasiado partido a su presencia en el Mundial. La competición tiene sentido, incluso en tiempos de bonanza, cuando se obtiene de ella un retorno en prestigio e imagen, un objetivo muy lejano de los resultados de la marca japonesa. Si estuvieran ganado grandes premios, si lucharan por un título mundial o si su inversión en carreras resultara rentable, quizá la determinación de marcharse no hubiera sido tan clara. Entre otras cosas, porque a diferencia de la Fórmula 1, los presupuestos de los grandes premios de motos no son tan disparatados... insisto, sobre todo cuando se gana y los números cuadran. Ojalá así lo consideren el resto de las marcas implicadas y el suyo sólo sea un caso aislado. Toquemos madera.