Ganar por la mínima ahora es 4-3
Al amor del gol se colorea la foto del Negro Olivares, el hijo del carabinero, el delantero del Real de Madrid que fue el goleador en la 32-33. Sale del sepia Paulino Alcántara, rompe el tiempo como rompió la red de Burdeos para ganarse un sitio en la historia; de los campos de Lasarte para batir todas las marcas goleadoras acude gigante Isidro Lángara, azul de Oviedo que anuncia otro horizonte mejor para su equipo del alma; Bata, sangre roja y blanca de Pichichi, presagia a Zarra y vuela sobre San Mam Chacho endosa media docena a Bulgaria con la Roja de España. Es la danza del gol.
Ahora retorna. De un siglo para otro, con la misma media de tantos que aquella temporada, nos llega el pelotón para arrollar los sistemas traseros que han muerto por aburridos. Ganar por la mínima dejó de ser 1 a 0, ahora es 4 a 3; con tres goles de ventaja nadie está seguro y los porteros son náufragos que para sobrevivir tranquilos terminarán por golear como Rogerio Ceni, el guardameta de Sao Paulo, que hace diez por temporada. Donde nacían defensas escoba brotan ahora delanteros, los técnicos se han contagiado de una locura santa y el espíritu del balompié retorna por el mejor que conoce: el que le lleva a la portería contraria. Ha vuelto el gol con toda su alegría. ¡Viva el fútbol!