El año que Rafa fue un gigante
Nadal es nuestro deportista 10, un genio de la raqueta con un corazón de gigante. Este ha sido su año, porque ha conquistado la cima más alta del tenis. Llegar al número uno es una misión de superdotado, pero derribar de su pedestal a Roger Federer parecía una quimera. Y Rafa lo consiguió. En Wimbledon, en la más gloriosa final de la historia sobre la hierba del All England Tennis Club, se produjo el traspaso de poderes. Fue el partido del siglo. Rafa, nuestro Rafa invencible en la tierra batida, fue más grande que nunca. Le vimos sufrir y resistir. Le vimos aguantar impávido los derechazos rabiosos de Federer y replicar como un jabato. Y salir vencedor después de un partido tremendo, bestial, que parecía inacabable, con los dos colosos del tenis al límite de su resistencia. Nadal demostró en esa final maratoniana de Wimbledon algo que nosotros sabíamos: que es indomable. Federer salió tocado de la final y Rafa disparado al número uno. Sólo por ese partido Rafa Nadal ya se merecía estar entre los mejores de 2008. Pero ha ganado mucho más: su cuarto Roland Garros consecutivo igualando al mito Borg. Y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Pekín. Y el Queen's, y el Godó, y Hamburgo y Montecarlo y Toronto.
Nadal es, además, un ejemplo para todos. Está educado en la abnegación y el sacrificio, en la humildad y en el respeto. Encarna todas las virtudes que creemos que debe tener un buen deportista y un campeón. Por eso toda España se siente orgullosa de este zurdo de Manacor, que disfruta cuando representa a nuestro país en la Copa Davis y que en Pekín dio una lección con su comportamiento y con su actitud. En este 2008 triunfal del deporte español, Rafa Nadal ha cerrado un año irrepetible. Nos ha hecho vibrar con cada uno de sus golpes y gozar con sus espléndidas victorias. Y esta es la hora de premiarle por tantos éxitos conseguidos y por ser como es. Gracias, Rafa.