Sobre el deporte femenino español

Sobre el deporte femenino español

El ciclismo nos ha dado otra medalla, la de la entrañable Leire Olabarria, que se deshizo en lágrimas de emoción. Es la misma especialidad de Llaneras. Es la tercera medalla que nos da el ciclismo, frente al tremendo sonrojo que nos produjo Maribel Moreno. También es la tercera medalla de nuestras chicas. Llegará el día en que no hagamos distingos entre medallas de chicos y medallas de chicas, porque no haga falta. Pero hoy por hoy aún es necesario, porque la elevación del deporte femenino es una de nuestras asignaturas pendientes. Ha mejorado muchísimo, pero viene de tan lejos...

Uno conoció los tiempos en que las chicas hacían gimnasia con pololos y las que pretendían hacer algún deporte eran inmediatamente motejadas de marimachos. Contra eso se rebelaron unas cuantas heroínas, arrastradas por su voluntad y su afición: Sagrario Aguado, Carmen Valero, Maripaz Corominas, Pepa Senante... (Perdón a las que omito). Hoy ya no es así, pero todavía sólo un 18 % del total de las fichas federativas de este país corresponden a mujeres. Eso sí: la proporción de presencia olímpica es mayor, pues alcanza hasta el 43 % del total de la delegación española. Son pocas, pero son más capaces.

Y algunas llegan a la medalla olímpica, como Vivi Ruano, Anabel Medina o Leire Olabarria, y otras se quedan muy cerca, como Leire Iglesias, Maider Unda o Esther San Miguel. En ellas se reúnen el espíritu valiente de aquellas pioneras y el fenomenal impulso que Arantxa Sánchez Vicario dio al deporte femenino español. Y sus logros de hoy son seguidos por esas niñas que ya practican deporte en los colegios y que pueden tener en ellas el estímulo para seguirlo practicando en años más críticos. Así, hasta que ese 18 % se convierta en paridad. Con o sin medallas, mejor con ellas, pero en paridad.