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El tenis a través del túnel del tiempo

Hoy ponemos a la venta un pack con las dos finales masculinas de Wimbledon ganadas por españoles. Las separan 42 años. Mucho tiempo. Del blanco y negro al color. Tenis en el túnel del tiempo. Será un ejercicio curioso y sorprendente ver los dos partidos, las dos épocas, compararlos. Santana era un fino estilista, nada que ver con el duro fajador que es Rafa Nadal, ese héroe indesmayable. Pero no era sólo Santana. El tenis de hace 42 años era otro, un juego menos físico, menos exigente, más de muñeca. En cierto modo más hermoso. Pero indudablemente menos épico.

Santana explicó literalmente a España lo que era el tenis. Entonces era aún un deporte exclusivo de clubes privados, de clases muy acomodadas, que nadie más jugaba. Santana, chico modesto, lo conoció porque entró en un club de recogepelotas, para ayudar económicamente en casa. Le fascinó. Se hizo una raqueta con el respaldo de una silla rota. Sus condiciones naturales y su afición le hicieron progresar. Su estallido coincidió con el 'boom' de la televisión en España. Entonces, mediados los sesenta, fue cuando esa ventana mágica empezaba a entrar en las casas de la creciente clase media. O no tan media.

Y todos supimos por él que existía ese deporte, aprendimos su caprichosa manera de contar los tantos y empezaron a venderse raquetas, y a colocarse cuerdas de árbol a árbol en los parques. De ahí vino todo: más raquetas, pistas en urbanizaciones nuevas, más jugadores, más televisión, más afición. Aquel muchacho que pretendió, equivocadamente, besar la mano a la Duquesa de Kent, hacía un tenis suave y de verdad hermoso. Nadal es puro fuego. Todo el tenis que se ha visto desde entonces queda compendiado en esos dos partidos, tan distintos, unidos hoy por el túnel invisible del tiempo.