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Sobre nuestra Selección sin extremos

El otro día me reflexionaba un amigo sobre el hecho, significativo, de que la Selección, que tan brillantemente ganó la Eurocopa, no contara con verdaderos extremos. Iniesta no lo es, Silva casi sí, pero ambos brujulearon por todas partes. Como Cazorla, que salió varias veces. No fue Joaquín, no fue Capel, no fue ningún verdadero extremo, ni siquiera como posible solución 'desatascadora' para minutos finales. Al principio yo pensé que algún día podríamos echar en falta eso. Luego ya vi que no, que los partidos atascados se desatascaron, y bien, insistiendo siempre en el toque, toque, toque...

Recordábamos mi amigo y yo a Luxemburgo, cuya apología del 'cuadrado mágico' (cuatro centrocampistas próximos entre sí) y desprecio de los extremos le costó cargar con un mal cartel hasta su marcha. "Los extremos son jugadores que cubren poco campo. Hoy se pide más", decía. Y así ha sido este equipo de España: sin extremos. Haciendo de tales, más o menos ocasionalmente, los laterales o alguno de los centrocampistas (más veces unos que otros, es cierto), pero que al tiempo ofrecían más: toque, brujuleo por el centro, repliegue, aparición en zonas de remate. Muchas cosas.

Pero no matemos aún a los extremos. El fútbol da para varias fórmulas distintas. El Madrid ha ganado esta Liga con al menos un extremo, Robinho primero, Robben después. El Barça de Cruyff tocaba, pero entraba por los extremos. Como la bella Holanda que nos ha gustado. Lo de España es sólo el reflejo de la firmeza de un entrenador en emplear a tope y sin reservas a los mejores jugadores del país. Tenía centrocampistas de más y supo reunirlos a todos y aprovechar sus condiciones. Fútbol bien hecho, fútbol sin extremos. Pero porque en España ahora hay mejores centrocampistas que extremos.