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Zaragoza sufre, Santander disfruta

Recuerdo que estuve en el Carranza, allá por agosto. Cuando vi saltar al Zaragoza en el primer partido me quedé impresionado: aquel era, por sus nombres, un equipo para meterse en puesto Champions. Y sin embargo ayer bajó a Segunda. ¿Qué ha pasado? Mala respuesta de algunos veteranos, discordias en el vestuario, nerviosismo en la directiva, ceses sucesivos de entrenadores. En fin, camarón que se duerme se lo lleva la corriente y un Zaragoza hecho para el éxito, desde el buen gusto, y por mano de gente sensata, se nos ha ido a Segunda, envuelto en dolor. Ha sido la gran sorpresa de la temporada.

Y la otra ha sido el Racing, el viejo Racing Club de Santander, que ha estado a punto de ahogarse en la orilla pero que por fin la alcanzó. Con un último esfuerzo, con un último gol. El fútbol le debía algo a este club de 95 años de historia, que nunca había disfrutado una gran alegría. Ni una final de Copa siquiera. Ninguna participación europea. Ahora ha llegado, con ese equipo capitaneado por Munitis, el chico del barrio pesquero, y con ese singular entrenador, Marcelino, que lleva poco en esto pero que no hace más que acumular éxitos. Felicidades. Y al Depor, que va a la Intertoto.

Y en el Bernabéu, por fin hubo partido. Y fiesta. El Madrid es campeón por segunda vez, y con récord de puntos lo que, no obstante, no sirve para que se aplaquen los nostálgicos del florentinato. Ayer, en la asamblea, tiraron por gran mayoría la propuesta de cambio de estatutos de Calderón, en la que había manzanas buenas (la higienización del voto por correo) con otras no tanto (un cambio de nombre que habría que haber meditado más). Total, que la asamblea grita ¡dimisión! y el Bernabéu hace la ola. Es, aún, la asamblea de Florentino. El Madrid necesita más títulos para curar esta esquizofrenia.