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Por qué no iremos a Neptuno

Por qué? ¿Por qué no vamos a ir a Neptuno, tampoco este año? ¿Por qué temporada tras temporada el error termina imponiéndose a la virtud, la mediocridad al éxito, el mal juego al buen juego, el desaliento a la ilusión, el tedio a la alegría, el descontento a la felicidad, el vacío al llenazo, la apatía a la emoción?

Por qué dependemos de tres jugadores, cuatro siendo generosos, cinco o seis si contamos lesionados casi crónicos, siete a lo máximo? ¿Por qué futbolistas de rapidez y desborde, de talento y habilidad, de salero y arte, no han regateado a un contrario en toda la temporada? ¿Por qué la esperanza ante un rival tan vulgar como el Bolton termina consistiendo en que nuestro portero marque un gol a la salida de un córner (por qué ya que sube, no lo le esperamos para lanzarlo)? ¿Por qué uno de los equipos con menos gol de la Liga, Atlético Osasuna, nos hace tres, dos desde el vestuario? ¿Por qué la campeona hinchada del Aleti acepta tranquilamente este papel secundario?

Por qué perdemos la memoria si así perdemos nuestro ser? ¿Por qué se acepta sin irritación que este purgatorio lánguido en el que vivimos, aumenta la distancia que la prensa abrió hace veinte años y agranda cada mañana entre los dos clubes que se reparten el corazón de Madrid. Por qué hemos de fiar la dicha a que el Liverpool gane la Champions y el Barsa la Liga? ¿Por qué cada temporada, desde hace casi doce, podría el AS publicar este mismo artículo? ¿Por qué? ¿Por quién?