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Una dañina sobredosis de euforia...

Sumemos los siete goles al Valladolid, las renovaciones de por vida a Raúl y a Casillas (y en cartera la de Guti), el homenaje por todo lo alto a Di Stéfano, acto magno que tendrá lugar hoy, y un arranque magnífico en el Ruiz de Lopera, con gol preciso y varias ocasiones... Todo eso junto elevó al Madrid a tal nube de euforia que se olvidó del mundo, y de sí mismo. Pero enfrente estaba un Betis muy necesitado que supo meter un par de veces el balón por la parte blanda de la defensa del Madrid, el pase por alto a la zona que cubre Marcelo. Edu primero y Mark González después, marcaron de cabeza.

Y el Madrid se dio un golpe. En cinco minutos y dos jugadas se vio ante algo que ya había descartado: un partido perro ante un equipo que lucha por la supervivencia, que no da un metro, inflamado en su fe y en la de su público. Que le borró, vamos. El Madrid no supo encontrarse y ya todo fue como propuso el Betis. La fiesta se aguó de golpe. O, mejor, se trasladó de bando. El Ruiz de Lopera, que se había temido la goleada visitante, disfrutó una noche feliz, culminada con la aparición del presidente-propietario en la caseta para ratificar lo de los nueve mil euros por barba prometidos en la víspera.

Al Madrid le quedaba la esperanza de La Romareda, para mantener la ventaja o al menos verla poco menguada. Pero ganó el Barça, en un partido de altibajos que resolvió el árbitro con un penalti imaginado por su linier Pedro Barcia Fernández. Los árbitros ya no tratan mal al Madrid, como ha venido ocurriendo hasta este curso y desde que Florentino apoyó a Gerardo González contra Villar. Ya no le tratan mal, no, pero al Barça le siguen tratando estupendamente. Así que nos retiramos con cinco puntos de diferencia entre los dos grandes, que es buena, pero ya no decisiva. Hay Liga, pues. Y liniers.