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España ya exporta entrenadores

Javier Clemente, genio y figura. Ahora prepara su próxima aventura, en Irán. Es para ya mismo, en cuanto se reponga de una operación de la espalda. No le asusta acercarse a aquel rincón del planeta: "¿Pues qué pasa? ¡Si la guerra es en Irak, no es en Irán!" Javi es bravo, ya se sabe. Acaba de regresar de Serbia y ya se nos va a Irán. No teme las turbulencias, quizá porque siempre las ha llevado con él, donde ha ido. Y me gusta que se las busque y se las rebusque. Tiene ese viento del vasco viajero, que sin dejar de amar las lomas verdes de su tierra se echa al océano en cualquier momento, con cualquier rumbo.

Y me gusta que haya entrenadores españoles por ahí. Me crié como aficionado en un tiempo en que era lo contrario, en que parecía que sólo los entrenadores de fuera eran buenos. Y los hubo buenos, desde luego, pero vino cada caradura que para qué contarles. Y siguen viniendo, reflejo lejano de aquella moda, que todavía produce casos sonrojantes. Pero a cambio de eso están por ahí Benítez y Juande, a la cabeza de todos, ocupando banquillos prestigiosos en el país de los inventores. Juande ya ha obtenido credenciales para acudir a Wembley, a su primera final. Y eso que casi acaba de llegar.

Mientras, emerge aquí una generación nueva un poco al hilo de aquellos dos. Hablo de Marcelino, Emery, Alcaraz... Jugadores que fueron de poco fuste, pero que por preparación y trabajo se han ido haciendo un sitio. Les precedió una generación más 'profesoral', que encabezó Benito Floro, y a la que yo asociaría a Manzano y Fernando Vázquez. Estos tienen un perfil menos de aula y más de campo, pero son igualmente buenos. Hay cantera. El mundo lo reconoce y no es extraño que recurra a ellos. Los extraño es que aquí se siga trayendo a gente que no sabe de qué juega Arizmendi.