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Un Madrid implacable en las dos áreas

El Madrid castigó dos errores de Pablo con sendos goles, y así se llevó el derbi. Otra vez un monumento a la eficacia, en lo alto del cual debería estar de nuevo, y siempre, Casillas. Con un tremendo boquete atrás, el Atlético hizo de tripas corazón y buscó el partido durante la primera parte con una insistencia ejemplar. Bien Raúl García, mejor Motta, estupendo Agüero, y en buen tono varios más. Lo suficiente para achuchar a un Madrid encogido por un miedo casi sobrenatural desde que se le lesionó Pepe. No le duraba el balón y esperaba los ataques del Atlético una y otra vez. Pero allí estaba Casillas.

Casillas y el larguero. O la combinación de ambos, que fue precisa para salvar un tiro tremendo de Agüero. Todo el esfuerzo del Atlético murió allí, aunque eso no quita mérito a su esfuerzo. Fue y fue con tenacidad, a pesar de sentir el vértigo a la espalda. Buscó huecos, los creó, remató... Pero todo entre un aire de superioridad funcional del Madrid, que juega como pensando que el trámite del medio campo es para los que gustan de perder tiempo. Este Madrid parece decidido a jugar sólo en las áreas. En la propia, con Casillas; en la contraria, con Raúl y Van Nistelrooy, que siempre andan por allí con la caña.

Frente a tanto maleficio el Atlético fue progresivamente a menos, hasta que quedó en nada. Si acaso en patadas destempladas, que afearon su buena imagen anterior. Y ahora, hasta la siguiente. Me decía un Atlético: "Bueno, somos cuartos y ya no hay que jugar más contra el Madrid." Eso queda del partido para el Atlético, eso y el maleficio renovado. Para el Madrid quedan tres puntos más (ya son cincuenta) y una sensación de poder tremenda. Pero a mí sigue sin gustarme verle jugar así, tan a la contra, tan dependiente del portero, tan maquiavélico. No está Capello, pero me parece como si estuviera.