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La difícil búsqueda del fiel de la balanza

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Veo en AS de ayer una foto de Messi en Qatar. Está lesionado, está en recuperación, su equipo le necesita, pero ha encontrado un hueco para irse a Qatar. También veo que Ronaldinho esta vez sí ha salido al campo, a que le dé el sol o la lluvia, y que lo de Deco anda más o menos como estaba. Cosas todas que me recuerdan mucho al final del florentinato, cuando la constelación de estrellas se abandonó a una vida de publicidad, vanidades, caprichos y trasnoches, y aquel maravilloso proyecto acabó convertido en lo que nunca debió ser el Madrid: un mal ejemplo social. Por ese camino anda ahora el Barça.

Mientras, el Madrid acumula puntos con un juego rocoso, falto de gracia, en el que la afición añora las ruletas de Zidane, las bananas de Beckham, los regates de Figo, las poderosas arrancadas de Ronaldo... El Madrid es una apisonadora con un par de adornos, Robinho y Guti, que va tirando árboles y casas en busca de un fin. Tampoco es el ideal. Algo extraño siente toda la afición cuando ve que el primero de la tabla le saca siete puntos al que tiene la mayor acumulación de talento. Hace pensar: ¿tan difícil es esto? ¿Es imposible encontrar el fiel de la balanza, el equilibrio entre talento y trabajo?

Lo consiguió Florentino, en los primeros años galácticos. Lo consiguió Laporta, con su primer gran Barça. Pero hace falta un pulso tremendo para sostener la seriedad de un grupo de jóvenes megaestrellas, cada una de ellas rodeada por una nubecilla de agentes, amigotes, aprovechateguis o como se les quiera llamar. Este Madrid de los siete puntos de ventaja no enamora, pero es perfectamente respetable. Le falta arte, pero ha recobrado una dignidad perdida. Ahora a Calderón le queda la prueba definitiva: mantener ese rigor con un par de verdaderas estrellas. Ese sí sería un gran Real Madrid.