Las lágrimas de Albelda y el clásico

Las lágrimas de Albelda y el clásico

Estamos a dos días del gran clásico, pero no puedo sustraer la atención de lo que pasa en el Valencia, de esa enormidad que nos tiene aturdidos. Los telediarios nos lanzan la imagen de un Albelda lloroso, herido, y se me cae el alma a los pies. ¿Qué han hecho Albelda, Cañizares y Angulo para merecer esto? Y pienso que si esperamos el clásico con tanto interés es justamente porque Barça y Madrid son depósitos colectivos de ilusión, porque a lo largo de un siglo han construido una leyenda que se transmitió entre generaciones. Una leyenda hecha de nombres propios, de héroes de un colectivo histórico.

El clásico es importante porque, invisibles, agitan nuestra propia imaginación aquellos que hicieron (o todavía hacen) esto tan grande, desde Samitier hasta Puyol, desde Quincoces hasta Raúl. Los que fueron y los que son, los que se fueron y los que están, todos merecen nuestro respeto, todos merecen nuestro cariño, porque en ellos reside la esencia de esto tan especial. Y de repente alguien traiciona el código sagrado y basurea sin sentido a tres héroes vigentes, en base a no se sabe qué criterios técnico-tácticos o a qué resentimientos personales. Y nos desploma la ilusión a todos.

Albelda es titular de la Selección Nacional que acaba de clasificarse para la Eurocopa. ¿Y no le vale a Koeman? Y en el supuesto de que no le valiera, merecería la salida más digna imaginable, y estoy por decir que hasta una calle en la ciudad. Él, Cañizares y Angulo tienen un pasado irreprochable y un presente todavía fértil. Pero un impostor del banquillo, en alianza con un Don Nadie al que un papá rico le compró el Valencia, decide maltratarlos. Amarga sus días y sus noches. Y los nuestros. Ataca la esencia misma del club valenciano, de todos los clubes. Ataca a los héroes. Ataca al fútbol.