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De repente, un partido muy de verdad

El Madrid está donde no quisiera: jugándose la supervivencia en la Champions a un solo partido. Es cierto que es un partido en casa, y que aun perdiendo podría seguir en la Champions, pero el riesgo de caída a la UEFA existe. E incluso el de la eliminación absoluta de Europa, aunque este es muy remoto. Pero riesgo hay, el partido es serio y el grupo era a priori lo bastante amable como para no haber llegado a esto. Barça y Sevilla ya están clasificados. El Madrid ha hecho un grupo muy malo fuera de casa, con dos empates y una derrota, y hoy necesita ganar para pasar primero, sin más cuentas.

Ha sido cuestión de confianza, a mi juicio. Salvo en Bremen, donde el rival metió una velocidad que el Madrid no pudo seguir, en las otras dos salidas se dejó la victoria por no apretar un poco más. Y lo que no hizo entonces ha de hacerlo ahora, ante un Lazio que no parece gran cosa, pero que nos inquieta porque desde aquí vemos algo así como una cierta perfidia asociada a todos los equipos italianos. Siempre saben más de lo que parece. ¿También el Lazio? También, seguro que sí, a pesar del aire avejentado de su portero cuarentón y de la falta de nombres ilustres en su actual once titular.

Por otro lado, me gusta lo de esta noche. En este fútbol tan calculador de la larguísima Liga y del grupo de la Champions viene bien reencontrarse con el viejo y eterno fútbol del drama inaplazable. Esas noches europeas de la victoria sí o sí han producido los mejores momentos en la historia del Madrid. Noches ardorosas, desconectadas de cualquier contabilidad, noches en los que cada gol vale oro, y cada error es imposible de rectificar. Partidos semejantes a tormentas, de los que siempre sale algún héroe consagrado, o algún desgraciado convertido en paria para siempre. Fútbol tremendo. Así será hoy.