El Atlético-Getafe ya es todo un derby

El Atlético-Getafe ya es todo un derby

El Getafe es un recién llegado a las alturas del fútbol madrileño. Su historia es muy modesta, la propia de un club esforzado de la periferia, entre Tercera, Segunda B y, con fortuna, Segunda. Cuando apareció en Primera, el que más y el que menos pensamos en una aventura corta. Pero se ha consolidado, le ha dado tremendos disgustos al Madrid y cada año ha amenazado seriamente al Atlético con acabar por delante de él. Ese ha sido el gran temor oculto de los atléticos y la gran ansiedad sádica de los madridistas, que se desquitarían así de las burlas atléticas ante cada derrota blanca en Getafe.

Quiero decir: hasta ahora, el Getafe ha sido algo así como un arma arrojadiza entre madridistas y atléticos, según viniera la feria. Desde ayer las cosas serán de otra forma. El Getafe ya está ahí, en serio, con plaza estable en el fútbol madrileño, y la prueba inequívoca fue el aire de derby clásico que alcanzó el partido de ayer en el Manzanares. Un partido turbulento, sucio (aunque no tanto como pueda parecer por la incontinencia de Clos con las tarjetas), raro, interrumpido, distraído por lo azaroso y lo incidentado, pero sin buen fútbol. Un derby como los Madrid-Atlético del periodo clásico.

Partidos un poquito canallas, los recuerdo bien. Partidos alterados por eso que se llamaba máxima rivalidad y que era como un factor de excitación que se transmitía de la grada al campo, afectaba a los jugadores, hasta a los más flemáticos, y daba lugar con frecuencia a partidos así (o casi, porque el de ayer fue de aúpa), a mitad de camino entre el cine del Oeste y el teatro alternativo. Y si el árbitro pone lo suyo, como ayer, pues miel sobre hojuelas. Con esto quiero decir que, aunque perdiera, el Getafe ganó ayer en un sentido profundo, histórico: ya ha sido protagonista de un derby madrileño de los de verdad.