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Kaká primero, Ronaldinho duodécimo

Mañana se proclama el Balón de Oro, la elección oficiosa de mejor jugador del mundo. Creada por France Football, revista asociada a L'Equipe, al tiempo que este diario creaba la Copa de Europa, ha sabido mantener su prestigio a través de todo este tiempo. Ni siquiera el FIFA World Player, creación de la propia FIFA y que tiene el aval de ser elegido por seleccionadores y capitanes, ha logrado desplazarle en el imaginario colectivo. Cuestión de tino y criterio. Empezó siendo sólo para europeos (o nacionalizados), luego para jugadores que militen en Europa y ahora son premiables todos, estén donde estén.

Bueno, pues ya se sabe que gana Kaká. Y que Ronaldinho ha salido el duodécimo. Kaká es un jugador espléndido, pero para mí Ronaldinho es, potencialmente, el mejor de los que pisan un campo a día de hoy. Pero sólo potencialmente, insisto. A la hora de la verdad, su abandono, tan triste como real, va limitando su desempeño. Aquellas dos fotos juntas en la portada de AS (de la tabla al toblerone) fueron un grito de alarma. Ronaldinho hizo algún esfuerzo por corregirse, pero le faltó constancia. Fue, dicho con cariño, el arreón del mal estudiante. Algo así como lo que hizo Ronaldo nada más llegar al Milán.

Pero el fútbol además de talento requiere constancia. Kaká, el chico bueno que se casó virgen y que se tortura bajo los hierros del gimnasio de Milanello, no tiene tantísimo talento como Ronaldinho, aunque también tiene muchísimo. Pero sí trabaja. Por eso ganó la última Champions, en cuyos tramos finales fue decisivo, por eso se lleva este Balón de Oro, mientras Ronaldinho va retrocediendo discretamente en el fervor popular y en la estima de su entrenador y sus compañeros. Es una enseñanza para todos. No es imprescindible casarse virgen, pero sí es imprescindible trabajar a tope. Y es lo honrado.