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Fútbol sala: insistencia en la excelencia

Desde que existe el Europeo de Fútbol-Sala (1996), España ha estado en cinco de las seis finales, y ha ganado cuatro. Entre tanto, también ha ganado dos veces el Mundial, en 2000 y 2004. Lo grande de esto es que no se termina. Son once años, lo que va mucho más allá de la duración natural de un grupo brillante que coincide en edad y estilo. Hay un relevo permanente y una insistencia en la excelencia que eleva este deporte en España al primer plano en mérito competitivo. No se trata de una quinta brillante más o menos fugaz: se trata de once años ininterrumpidos de éxitos internacionales. De buen trabajo.

Por eso se lamentaba ayer Javier Lozano al término de la transmisión. Pedía más respeto para este deporte. "¿Qué se diría si estos éxitos los consiguiera alguna otra especialidad?" Respeto tiene, a mi juicio, pero lo que no despierta es devoción. Tras tantísimos éxitos, tras llegar de nuevo a una final del Europeo (eliminando de forma épica al anfitrión, la vecina Portugal, en semifinales) el partido sólo fue ofrecido por canales temáticos. ¿Qué pasa aquí? Pues que este es un deporte muy practicado, pero no ha roto en este país la barrera del deporte espectáculo. Como le sucede al esquí, por ejemplo.

Se juega mucho al fútbol sala. En pachanga y en serio. Hay una gran liga, y un gran trabajo en torno a la Selección. Hay muchísimas fichas. El fútbol sala es laboratorio de regates, de táctica, de estrategia. Es un juego muy técnico y muy científico, en el que el pie es un guante y el tiqui-taca, moneda común. Pero aún no nos entra por los ojos, quizá porque estamos absorbidos por la vieja e irrenunciable pasión por el fútbol grande. Otros deportes de sala que no son fútbol gozan de mayor curiosidad. Al fútbol sala jugamos, pero no lo miramos. Así es. Pero lo respetamos mucho y valoramos el mérito de sus títulos.