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Y querían vender al crack Deco

Háganse a la idea: Deco es como el delegado de clase, ese chico con desparpajo y dotes de liderazgo que pone a todos firmes con sólo abrir la boca. En un universo plagado de estrellas, Anderson da Souza, conocido como Deco, siempre vive en un segundo plano, pero cuando se dirige a cualquiera, éste se planta y apenas respira. Es como aquel niño que llega con la pelota a clase, pone a todos en la pared y hace la selección de los que deben mimar o reventar el balón. Es el crack oculto de un equipo que parecía que iba a la deriva y que ahora vuelve a enamorar.

Y eso que cuando llegó recomendado por Sandro Rosell (aún le recuerda, cuando se ven, que está en el Camp Nou por es decir, tiene memoria) se encontró con la oposición de (agárrense) Joan Laporta (cómo no), Johan Cruyff, Henk Ten Cate y Frank Rijkaard, técnico que debe estar agradecido al sacrificio de un futbolista al que condenó con el banquillo al principio de curso, pero que no pudo con la presión de tener que aguantarle en ese lugar. El presidente iba loco por colocarlo; entonces hubiera acabado con el clan de Ronaldinho, tras deshacerse de Belletti (Chelsea) y Motta (Atlético). No contaba nadie con Deco, un crack silencioso, pero un crack.