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Los filtros y la valla de Sant Adrià

Sant Adrià es un fortín, una plaza complicada y un lugar en el que cada vez es más difícil poder charlar con un futbolista. Una vez regresó el equipo a los entrenamientos, alguna cabeza pensante del club (y posiblemente aburrida) meditó que debía preservarse la intimidad de los futbolistas. Para ellos situaron una valla que delimita el radio de acción de los periodistas y provoca aglomeraciones de los aficionados, ansiosos de que sus ídolos les rubriquen sus camisetas.

Una vez superado el primer filtro de entrada al recinto (es libre y el que habitualmente regenta la puerta se pasa el día fumando o de cháchara por las instalaciones), en un espacio de pocos metros cuadrados hay una importante concentración de personas. Entre los muchos medios (cada día más) que acuden a nutrirse de información para ofrecerla a sus clientes y los hinchas que suspiran por tocar a sus futbolistas, puede superar el centenar. Tanto que el tiempo que ganan los profesionales en salir del vestuario y llegar a su coche sin tener que atender a nadie lo pierden haciendo cola, detrás de la valla, ya que el tapón que se origina es importante y deseperante.