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R. Checa:un coloso en ruinas

En baloncesto, cualquier tiempo pasado fue mejor para Checoslovaquia, o la República Checa. Los aficionados jóvenes a quienes les parezca importante el palmarés de España en los campeonatos de Europa (cinco medallas de plata, dos de bronce), se sorprenderán al saber que Checoslovaquia logró una de oro, seis de plata y cinco de bronce. Sí: en las décadas de los 50 y 60 era un gigante del baloncesto mundial. Nuestra Selección perdía siempre de paliza ante los checos. Pero cayó un gran meteorito sobre el océano del basket (el profesionalismo) y los diplodocus de Europa Central desaparecieron como por ensalmo. El baloncesto checo actual es una sombra del pasado, como los de Polonia, Rumanía, Bulgaria y otros poderosos de antaño.

En la historia de nuestro deporte, sin embargo, perdurará el recuerdo de fantásticos equipos y jugadores checoslovacos. Era un placer ver en acción a Pistelak y Konvicka (¡qué gran pareja de aleros!), que junto a los hermanos Bobrovski hicieron famoso al Spartak de Brno, dos veces derrotado por el Real Madrid en finales de Copa de Europa. Spartak Brno, Slavia Praga e Inter Bratislava forjaban múltiples estrellas para el equipo nacional, donde hubo generaciones ilustres. Bases o escoltas sabios como Brabenec o Havlik, aleros de clase y potencia como Pospisil o Zednicek, pívots de talento y talla como Kropilak o Jiri Zidek. Pavel Petera, como ahora Pepu Hernández, tenía mucho y bueno donde elegir. Ahora, el hockey hielo y el tenis dominan allí.