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Ante los cien años del Betis Balompié

Cien años cumple el Betis, y olé. Felicidades. Muchas felicidades. Aunque no viva días muy triunfales, los ha conocido peores, y siempre ha sabido salir adelante por muchas fatiguitas que hubiera que pasar. Después de la Guerra Civil se arrastró por Tercera y algún viejo bético muy amante del fútbol, me comentó, muchos años después, la vergüenza que sentía cuando tenía que acudir furtivamente al viejo Nervión (el campo del Sevilla se llamaba entonces así) para poder ver jugar, por ejemplo, a Kubala. "A nosotros nos visitaban por esos años el Iliturgi, el Algemesí, y equipos de ese tenor. Figúrate."

Supongo que sería por aquellos años cuando nació lo de 'viva er Beti manque pierda'. Esta noche, la de su fiesta del centenario con el rutilante Milán sobre el campo pero también con la presencia inmaterial y ominosa de los sostenidos éxitos de ese Sevilla que encadena títulos como churros, se hace más necesario que nunca el espíritu de aquel viejo eslogan. Y el reconocimiento a la inigualable personalidad del Betis, un club de verdad diferente desde el nombre, porque adoptó el 'balompié' de Mariano de Cavia en lugar del 'fútbol', españolización de 'foot-ball', que se impuso en el resto. Sí, el Betis es otra cosa.

Lo malo para el Betis de estos días es que su prócer parece haberse quedado sin soluciones. Lopera llegó al Betis en días difíciles y le hizo vivir tiempos de gloria, pero hay algo en su relación con ese club de sus amores como de matrimonio muy gastado. A veces pienso que la separación sería buena para ambas partes, pero lo malo es que para Lopera el Betis es a la vez una afición (es bético de verdad, de los que seguían fuera al equipo muchos años atrás) y un negocio que le costó un dinero y que sólo soltaría a su vez por más dinero. Y, ¡ay! amores y negocios siempre mezclaron mal.