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Vivencias después de la carrera

Actualizado a

Un rato después de haber terminado el GP de Inglaterra estaba en el nuevo y enorme motorhome de McLaren, un sitio rico en metales y limpieza, pero pobre en sustancias gastronómicas contundentes. Un par de mesas ocupadas por la corte de Simon Le Bon -cantante de Duran Duran a quien Carlos Miquel seguía pidiéndole que haga un tema nuevo- destacaban del resto de silenciosos habitantes. La falta de estridencia se notaba en el ambiente. Sólo era rota cuando Nadal daba un brutal raquetazo frente a un F2007 llamado Federer, a quien se veía en unas pantallas de plasma más grandes que las de un cine de barrio, y la colonia española hablaba un decibelio más alto. Hamilton no había hecho lo que esperaban los ingleses, y hasta las flores estaban tristes.

Dentro de su búnker -con una puerta remolona que se negó a abrirse o cerrarse varias veces durante todo el fin de semana- estaba el mejor piloto de McLaren en el gran premio británico. Fernando Alonso se había sacado una espina llegando delante de Hamilton, a quien había dejado a unos contundentes 36 segundos de distancia. Me voy. Al salir del motorhome me encuentro con Jo Ramírez, quien pasó décadas en McLaren. Allí me contó que una vez, yendo en avión privado con Ron Dennis, abrieron una botella de Dom Perignon y se derramó algo de ella en la moqueta el avión. Jo estaba preocupado por el preciado contenido, y Dennis por la mancha. Igualito que el sábado, cuando pensó en la pole de Hamilton y no en la posible victoria de Alonso.