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Las tarjetas amarillas se esfuman

Entramos en las cuatro últimas jornadas y parió la abuela. Los árbitros decidieron en vísperas de la jornada anterior redactar mal adrede las actas en lo referente a las amarillas, como medio de presión y protesta contra los comités, que han cogido la mala y frívola costumbre de sobetearlas y anularlas o mantenerlas a su estricto gusto. La consecuencia es que 65 de las tarjetas amarillas del último domingo no han sido computadas. Y consecuencia de la consecuencia es que once jugadores que este fin de semana estarían suspendidos por acumulación de cinco sí van a poder jugar, para irritación de sus rivales.

¿Cómo se ha llegado a esto? Vaya por delante que estoy contra esa costumbre de los comités de quitar tarjetas al buen tun-tún. Una cosa es que la prensa y la afición critiquemos y otra que un organismo federativo desautorice a los árbitros de forma tan gratuita, ligera y continuada como lo hace. Lo que decide el árbitro debe valer. El fútbol está basado en eso. Otra cosa es que aspiremos a tener mejores árbitros, como aspiramos a tener mejor Selección. Pero poner sistemáticamente en solfa sus decisiones por un departamento de la Federación sin más contenido que su onanismo leguleyo es algo absurdo.

Pero esto dicho, la forma de afrontar el problema por parte de los árbitros es descabellada y les deja en la peor de las posiciones. Ha sido una jaimitada de Iturralde, erigido en caudillo del grupo. Es un tipo osado y activo, pero no destaca por sus luces. Que todos los demás le hayan seguido tampoco habla bien del nivel medio de inteligencia del grupo. Sobre el jefe de todos Sánchez Arminio, no me extenderé. Ni sobre el jefe de este y de todos, Villar. Es la Federación que tenemos, ya desunida, con departamentos enfrentados unos con otro y dándose patadas en el culo de los demás. Horrible.