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Ya se sabe: la fe mueve montañas

Estábamos en un Encuentro con los Ases en Murcia, en un acto que en realidad era un abrazo de la afición con el equipo que les ha devuelto a primera: Lucas Alcaraz, Antoñito, Notario, León, la cúpula directiva.... Las preguntas iban y venían, algunas desde el halago, otras desde la curiosidad, algunas desde la crítica, porque esta afición es exigente. Llegamos al final, estaba yo despidiendo el acto cuando Tomás Guasch anunció de golpe: "Descanso en Getafe: Getafe dos, Barça cero". Y de ahí, todos corriendo a la tele. ¿Sería posible? ¿Cabría de verdad que el Getafe alcanzara la insólita remontada?

Según me sentaba ante el televisor recordé la seguridad fanática de Ángel Torres en la víspera, en El Larguero. Había algo de convincente en su actitud, algo que no sonaba a impostura, sino a confianza fundamentada en no se sabe qué. O sí: en la fe, simplemente. El Getafe ha creído porque ha querido y porque ha podido, y la fe mueve montañas. Enfrente el Barça basaba su seguridad en un resultado rotundo, aunque no tan decisivo, y en la arrogancia del grande que cree que el chico no se va a atrever. Pero el Getafe se atrevió y pudo. Tenía un objetivo. El Barça, ninguno. Sólo dejar correr el tiempo.

La historia del fútbol, y de la vida, está llena de hazañas así, de mitos así: David y Goliath, la tortuga y la liebre... Pensaba en eso viendo un segundo tiempo en el que el Barça no existió, porque el Getafe lo borró con una solvencia espectacular, lo redujo a la nada, destruyó su crédito y su confianza. Schuster sale de esta eliminatoria como un gran líder, el Getafe se constituye en faro para ese querido Murcia al que ayer visitamos y para todos los que viven en esa esfera humilde. Para el Barça todo es al revés. Los títulos se le escapan, la confianza también. Pecado de arrogancia, el gran pecado.