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Capello deja el tambor y coge el violín

Me dicen los que siguen los entrenamientos que Capello encara la visita del Valencia con ánimo artístico. Probó con Gago, Guti y Robinho, más Raúl y Van Nistelrooy. Jugaría Diarra de contención pero no estaría Emerson. Así que, si esto es así, Capello deja el tambor para coger el violín. Digo "si esto es así" porque hace tiempo que se instaló el secretismo en las alineaciones como una liturgia sagrada en fútbol, que se convierte así en el único espectáculo en el que pagas la entrada sin saber lo que vas a ver. Jueguitos de escondite de los entrenadores, en esa obsesión tan suya de acumular detalles.

Si Capello acude a los mejores jugadores, mejor. Porque el Valencia desde luego va a acudir a ellos. Va a tener por las alas a Joaquín (que justo ahora empieza a dar el tono en el Valencia) y al exquisito Silva. Y entre ellos esa pareja ideal, Villa-Morientes. Uno llega de atrás y aparece por cualquier lado; el otro está dentro, impone por presencia sabiduría y movilidad, y remata muy bien en toda circunstancia. En el fondo, da algo de lástima el Valencia de esta temporada, que estaba para más, pero fue sacudidísimo por las lesiones en la primera vuelta. Ahora viene remontando, pero el premio no es seguro.

Hay tambores de partido grande. Unos y otros saben que este es un último tren. El Bernabéu se llena una vez más, en el enésimo ejercicio de fe de una afición que ha visto diecisiete goles de los suyos en catorce partidos de Liga en el Bernabéu. Es una cantidad ridícula que responde a ese fútbol cicatero, hecho para especular fuera de casa con la impaciencia del rival, pero que en el Bernabéu ni gusta ni rinde. Esa fórmula egoísta, tan a contraestilo del estilo de la casa, es lo que ha separado a Capello de la afición, más que los propios resultados. ¿Será verdad que hoy coge el violín? Al menos, que deje un mejor recuerdo.