Ronaldo no se fue, le echaron

El Capello que conocimos hace diez años jamás hubiera renunciado de sus principios. En su día se pulió a Buyo, un héroe del madridismo, y aguantó el tirón como Dios manda. Se trajo a Illgner y no dio más explicaciones, y eso que el de Betanzos fue en su época, junto a Hugo Sánchez, uno de los jugadores más determinantes del Madrid. Como ahora lo es Casillas. Pero Capello ha cambiado. No se entiende de otro modo que ahora diga que se alegra de los goles de Ronaldo, cuando todo el mundo sabe que no fue, ni es santo de su devoción. "Se entrena como siempre... regular", dijo de él, todo un campeón del mundo, todo un galáctico al que un día tuvo calentando casi medio tiempo para hacerle la de de Etoo. Y Ronaldo no protestó.

No cuela, Capello. Todo el Bernabéu sabe que el italiano no traga a Ronaldo. Pero en el pecado va la penitencia. Cada gol del 99 del Milán retumba en Chamartín y en la conciencia de su entrenador, que mandando al destierro al brasileño no se ha quitado el problema de encima. Más bien parece que todo lo contrario. Cada vez que se repita un gol de Ronaldo y el Madrid no marque habrá pañuelos blancos para el técnico que dejó ir a uno de los mejores goleadores actuales por el precio de un defensa del montón. Con los dos goles que Ronaldo marcó el sábado con el Milán en Siena ya suma 520 en su carrera profesional. Ningún jugador del actual Real Madrid llega a esos números. Lo de Ronaldo será para Capello como una maldición.