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Sobre el Seis Naciones y la Superbowl

Mientras el fútbol nuestro vuelve a caer bajo sospecha por la barbarie de los hinchas sicilianos, el Seis Naciones y la Superbowl reclaman su cuota anual de atención. Rugby y fútbol americano son hermanos del fútbol, como lo son el australiano y el gaélico. Ramas de un mismo viejo árbol, aquel viejo 'harpastum' que dejaron sembrado las legiones romanas en Inglaterra, y que más tarde lució el Florencia como el 'Gioco de Calcio'. El fútbol nuestro, Fútbol Asociación en su nombre completo, 'soccer' para los americanos, se ha adueñado del mundo. Pero sus hermanos también tienen buena salud.

Basta con haber visto ayer el partidazo de Twickenham para comprobarlo. Ese ritual hermoso, ese juego feroz e inteligente, esa forma de expresar, una vez más, que el rugby no es un deporte, sino un estado del alma. Se pertenece al rugby como se pertenece a una religión, se juega al rugby como se asiste a un oficio sagrado, con unción. Decía Jean Giraudoux: "Un equipo de rugby opera sobre quince jugadores: ocho fuertes y activos, dos ligeros y astutos, cuatro de buena envergadura y rápidos, y un zaguero que es modelo de sangre fría y conducta flemática. Esta es una proporción ideal entre hombres."

Y esta noche, la Superbowl, la forma americana de jugar al rugby. La misma dureza, la misma tensión, pero un entramado alrededor que transformó ese deporte primitivo y austero en una industria del espectáculo, muy del gusto de aquella tierra de las barras y las estrellas. Cada dos años, el record de espectáculo más visto por televisión en todo el planeta va alternando entre la ceremonia inaugural de los JJOO y la final de la Copa del Mundo de fútbol. Pero los años impares, en los que no hay ni una cosa ni otra, el espectáculo más visto es la Superbowl. Toca esta noche. Colts versus Bears. No se lo pierdan.