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La brutal impericia de Ramón Calderón

Me decía ayer Trueba que cada vez que el Madrid pierde desatan sus lenguas los candidatos derrotados y sus adláteres, y que eso es malo para el Madrid. Pero que cada vez que el Madrid gana el que habla es Calderón, y eso resulta todavía peor. Ayer, en un acto, es verdad, académico, ante un auditorio de alumnos y sin expectativa razonable de reflejo en prensa, dijo lo que le vino, sin miramientos ni cortapisas, como si hablara con su cuñado en una cena familiar. La COPE le grabó y el extenso repaso que hizo a la realidad madridista estaba ayer, rebotado por las agencias, en los últimos rincones del mundo.

Me asombra la impericia de Calderón, su facilidad para decir lo que le viene, sin medir cómo ni cuándo ni por qué. Ya tuvo dimisiones por su indiscreción en el asunto de la NBA. Ahora podrá argüir (ya lo ha hecho vía comunicado oficial) que se trataba de un acto privado y que la grabación es una traición. Pero es que las cosas que ha dicho tampoco son para ser dichas en un acto público, aunque este se pretendiera sin eco en prensa. La grabación, más allá de las consideraciones morales de cada cual, pone en circulación lo que Calderón piensa en realidad. Es un producto periodístico imposible de desdeñar.

No sé cómo podrá salir de esta. El concepto global que expresó de la plantilla es tremendo. Las consideraciones sobre el sueldo de Casillas tampoco le caerán bien a este. El resto de indiscreciones puede ser más llevadero para la afición, pero la acusación a Florentino sobre el caso Kaká es fea y dura, y tendrá que demostrarlo. Y en todo caso, resulta inaudito que un hombre que se sabe en busca y captura por tantas y tantas fuerzas importantes cometa una ingenuidad así. Y el remate fue anunciar acto seguido una sanción a Capello. Como si esa cortinilla de humo pudiera tapar semejante incendio.