Añorando aquellos partidos desatados

Añorando aquellos partidos desatados

Para lo que estamos acostumbrados, el Barça-Atlético no dio mucho de sí. Este lleva años siendo el gran duelo de nuestro fútbol en el apartado de espectacularidad, pero el de anoche no hizo honor a esa leyenda reciente. Habrá que culpar al Atlético, muy egoísta y cauteloso. Parapetado tras Capello, que acapara todas las críticas en ese aspecto, Aguirre pasa inadvertido, pero hace lo mismo. Equipo juntito atrás, salir arriba con pocos y a ver si hay suerte y uno de los buenos la enchufa. Ayer la enchufó el Kun, capturando un pase 'a lo Laudrup' de Luccin. Así atrapa un buen resultado, sigue cuarto, pero...

Pero algo sabe a poco en este Atlético demasiado embridado. Tras aguantar el gran primer tiempo del Barça (viendo algunas cosas de Ronaldinho uno sigue haciéndose cruces con los premios de Cannavaro) no aprovechó el bajón de los culés en el segundo. Y fue tan patente como esperado. Al Barça le sostenía la voluntad, su orgullo de equipo, la calidad de casi todos, de la que siempre puede colgarse. Pero estaba fundido. Un Atlético de otros años hubiera ido a por todas, elevando el ritmo, metiendo brío, arriesgando lo preciso. Pero no, definitivamente ese no es el estilo de Aguirre.

Así que el último partido del año nos deja ese empate, bueno para el Atlético, mal menor para el Barça, cataplasma para el Madrid y una pepita de oro para el Sevilla, que se ve sólido, en lo alto de la tabla. El suyo sí es un fútbol atrevido y heroico. Un equipo bien hecho, poco a poco, con sucesivas aportaciones valiosas de distintos técnicos y jugadores. Un equipo con rabia y con ganas, dispuesto a ocupar esa plaza de tercero en discordia (o algo más) que ocupó el Atlético años atrás, viejos buenos tiempos en los que era menos calculador y más generoso. Pero me parece que Aguirre no ama la aventura.