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Kaká: la llave del mandato de Calderón

Kaká. Buen jugador. Brasileño y bisílabo, como tantos grandes que ocuparon los sueños de mi generación: Didí, Vavá, Pelé, Pepé (era Pepe, de los 'pepes' de toda la vida, hijo de andaluces, pero los chicos de los sesenta decíamos Pepé y le imaginábamos negrísimo). Ahora es Kaká, cuyo nombre de guerra nos remite a los años en los que Brasil sentó sus reales y nos hizo sentir, para siempre, que el fútbol pasaba por ellos. Kaká es la deuda pendiente de Calderón, la espada de Damocles que pende sobre su presidencia. Kaká es más importante que los sacos sin abrir. Kaká es la llave de este mandato.

¿Es tan bueno? Desde luego, yo creo que es muy bueno. No tanto como Ronaldinho, por supuesto. Ni como Ronaldo o como Zidane. Ni como Figo. Jugadores como esos ya no quedan. Pero de entre los que hay ahora es de los pocos que pueden hacer algo superior en cualquier instante, es de los que se pueden descolgar en cualquier momento con una jugada incontrolable, indefendible. De los pocos capaces de provocar una situación de gol, un relámpago de arte, una conmoción única. Sólo unos cuantos jugadores hacen del fútbol algo bello, especial, más allá de las tácticas. Kaká es uno de ellos.

Kaká movió la fibra del madridismo. Ante la decadencia (biológica) del Madrid galáctico, el socio se ilusionó con su nombre como punto de partida para reconstruir un mensaje de fantasía. No vino, y las cosas no han ido mal sin él, pero se le echa en falta. Sí, Capello ha recuperado para el Madrid la ética del trabajo, pero no consiste sólo en eso. El Bernabéu tiene un público capitalino y exigente que pide más, que reclama lo que se le ofreció. La oferta era Capello más Kaká. Llegó Capello, pero no Kaká. Y esa ausencia es una herida abierta en el mandato de Calderón que sólo se podrá cerrar con su fichaje.