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Lezama ya no produce defensas...

Desde chaval recuerdo la llegada del Athletic a Madrid como un acontecimiento. "El Athletic trae la lluvia", se decía, y solía ser verdad. Pero no sólo traía la lluvia. Traía grandes jugadores, buena hinchada (no digamos ya si era la final de Copa) y un prestigio intimidante. Aún recuerdo a mi padre hablarme de cuatro goles de Gorostiza, antes de la guerra, en el viejo Chamartín. O la admiración con que mi hermano de hablaba de Carmelo, de Garay, de Gaínza. Yo mismo disfruté mucho de Argoitia, del segundo Arieta, de Rojo... Y por supuesto de Iríbar, al que un día llegué a considerar imbatible.

Hoy vuelve el Athletic, pero en otra circunstancia. El problema está localizado, pero es difícil de resolver. Está localizado en la defensa. En lo que va de siglo, es el equipo más batible de la Liga. Lezama ya no da defensas, y por ahí, por ese fondo descosido del saco, se escapan los puntos, se escapa el buen juego, o la lucha intensa, de los otros: de Orbaiz, de Yeste, de Iraola, de Urzaiz, de Aduriz... ¿Por qué ya no da defensas Lezama? ¿Qué fue de los Garay, los Goikoetxea, los Alexanko, los Alkorta...? Igual que las playas de Guipúzcoa ya no dan porteros, la factoría del Athletic ya no produce defensas.

Trueba escribió, entre bromas y veras, que los grandotes escogen balonmano o a las traineras. La teoría más al uso es que la política de campos de césped artificial, adoptada hace años, es buena para criar yestes e iraolas, pero no produce centrales como aquellos de antaño, fortalecidos en campos de barro. El caso es que el Athletic vive su segundo año de angustia. Y así llega hoy, sin el poder de intimidación de antaño, cargado de aprensiones y en plena crisis. Pero aún es el Athletic. Un valiente, Mané, ha aceptado ponerse al frente. Y la lluvia se adelantó para recibirle. Un respeto, que ahí hay mucha historia.