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Una Federación en terrenos movedizos

El Tribunal Supremo dictamina que la cesión a la Real Federación Española de Fútbol (en adelante la RFEF) de los terrenos que ocupa es ilegal. Se sabía, ahora está confirmado. La RFEF acordó con el alcalde de Las Rozas instalar una lucida Ciudad del Fútbol en unos terrenos de bosque público que le fueron cedidos por el antedicho alcalde. Seguro que con la mejor intención de atraer actividad hacia su ciudad, pero sin acuerdo con los grupos de la oposición. Sin formas ni maneras. A lo bruto. Los grupos de la oposición (PSOE e IU) denunciaron el caso, que ahora ha llegado al trance definitivo.

El trance definitivo supone que la RFEF está donde no debe, y que se tiene que marchar. Mala consecuencia de una mala política, basada en la impunidad, en el yo soy amigo de tal, en el tú no sabes de esto, en el usted no sabe con quién está hablando. Hubiera sido fácil, seguro, pactar un acuerdo con Las Rozas para que las fuerzas disidentes retiraran el pleito. Un acuerdo basado en unas horas de disfrute de los ciudadanos (de los niños, por ejemplo), de esas instalaciones. O de cualquier tipo. Pero un acuerdo. No un ofensivo alarde de hechos consumados, que es lo que ha estado esgrimiendo la RFEF.

¿Y ahora? Ahora el Tribunal Superior de Justicia de Madrid viene urgido a ejecutar la sentencia. La RFEF deberá dejar el sitio (¿para que crezcan las encinas y vuelvan los jabalís?) y regresar a Alberto Bosch... si antes levanta la hipoteca de dieciocho millones de euros con Cajamadrid que pesa sobre aquel edificio. ¿Es eso posible? Desde luego que no. ¿Entonces? Pues no sé. Habrá que buscarle una salida a una institución, la RFEF, cuya necesidad social nadie ignora, pero que está secuestrada por un puro trasto, ese Ángel Villar cuyas consecuencias habrá que repartir entre todos. Váyase, señor.