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En busca de una victoria por tres goles

Partido grande, partido serio, esta noche en el Bernabéu. Han pasado ya los cincuenta días que pidió Capello, y unos cuantos más. Han pasado ya las novecientas horas para cada jugador que pidió Mijatovic, y unas cuantas más... en casi todos los casos. El Madrid está íntegro, salvo Ronaldo, que maldito para lo que le quería Capello (pidió a Van Nistelrooy nada más ser contactado), y los laterales derechos, Cicinho y Michel Salgado, bien compensados con el traslado de Sergio Ramos a ese lado y la resurrección de Helguera. En definitiva, Capello cuenta con el equipo de su gusto, hecho en buena parte por él.

Y viene el Olympique de Lyon, la joven fiera del fútbol europeo. Un gran equipo, construido poco a poco, desde la modestia de una ciudad en la que la atención no la reclamaba el fútbol, sino la nouvelle cuisine de Paul Bocuse. Sin enemigos, sin presión, sin recelos, con Le Guen primero y con Houllier después, el presidente Aulas ha ido construyendo un equipo desde una doctrina: técnica y velocidad. Estética con pasión. Ese equipo sacudió la estantería del Madrid en el primer partido de la fase de grupo y estuvo a punto de provocar un desastre. Casillas (sí, Capello) y la chamba lo impidieron.

Pero aquel partido está en la memoria reciente. Y es la piedra a saltar para ganar el grupo, condición necesaria para entrar en octavos con ventaja de campo (segundo partido en casa) y de rival (segundo de otro grupo). Para ser campeón de este grupo el Madrid necesita ganar por tres goles de diferencia. Eso es lo que debe exigirse, eso es lo que debe exigírsele a un equipo que quiere ser campeón de Europa: que si pierde por dos fuera, gane por tres en casa. Y han pasado los cincuenta días de Capello y los novecientos minutos de Mijatovic. Y la gente tiene muchas dudas. Y habrá que despejarlas. ¿O no?