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Un acto de reivindicación del fútbol...

La presentación del Nuevo Mestalla, una preciosidad acorde con las últimas joyas del paisaje urbanístico de la ciudad, fue un hecho social de máximo rango, pero al tiempo un acto de reivindicación del fútbol. Frente a las acusaciones de pelotazo por la recalifcación de Mestalla, el fútbol se reclama como elemento motriz de su comunidad. Lo decía ayer Miguel Ángel Gil en AS, lo ha dicho Lendoiro con frecuencia: ¿cuánto vale lo que significa un gran club para su ciudad, para su país? ¿Cómo se valora eso? Es el gran argumento para defender estos favores urbanísticos que surgen cada poco, aquí y allá.

En realidad, siempre fue así. El fútbol se instala en solares baratos, en las afueras. Su gran atractivo arrastra la ciudad hacia esa zona. En unos años, el campo se rodea de un barrio de categoría. Entonces vende el terreno, se va más a las afueras y pone a cero sus deudas. Y eso no es pelotazo. Pelotazo es una operación rápida, oportunista, con información privilegiada y ganancia inmediata. También ha habido algún caso en el fútbol (en el Valencia, en el caso de los terrenos de Ribarroja) pero este no es el caso. Esto es la recalificación de un terreno que se compró generaciones atrás, y sin esa intención.

El razonamiento sería: si tanta gente entra a saco en recalificaciones ahora, ¿no puede hacerlo el fútbol, que tanto calado social tiene? Yo, como viejo aficionado al fútbol y como director de un periódico deportivo, soy sensible a ese razonamiento, lo reconozco. Lo malo es cómo gasta el dinero el fútbol. Con qué gloriosa alegría, con qué histórica insensatez. ¿Cuánto costó la operación Ranieri, y sus italianos? ¿Por qué cobra Bianchi tres millones de euros? ¿Para qué Woodgate, Pablo García, Cassano...? ¿Hay que darle seis millones limpios a Thuram? Y así siguiendo. Esa es la parte débil del razonamiento.