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¿En qué altar sacrificó Maxi su rodilla?

El Atlético recibe esta noche al Recreativo (honor al decano) y Maxi no estará. Es el mayor damnificado del patatal del miércoles, que amenazó con más daños y se quedó en este, bien grave. Un sacrificio en aras del fútbol de selecciones, en aras del compromiso del jugador de actuar con su selección. Pero sería más fácil resignarse a ello si el mundo de las federaciones se moviese con una seriedad, un rigor y una decencia que, francamente, no veo por ningún lado. El partido que le ha costado un ligamento a Maxi (y un jugador para varios meses al Atlético) tiene demasiados aspectos impresentables.

Argentina es ahora un negocio comprado por un magnate ruso, que fija el calendario, impone los partidos y hasta una lista previa de treinta jugadores, de entre los que debe salir la definitiva. El eterno presidente de la federación de allá (lleva nueve años más que el nuestro) ha vendido su soberanía por algo más que un plato de lentejas. El uso que dé a ese dinero él lo conocerá. Como indicio me vale lo que dijo ayer a este periódico Víctor Hugo Morales: "El fútbol argentino vive preso en una dictadura. Es un escándalo de magnitudes mundiales". Bueno, pues a ese altar ha sacrificado su ligamento Maxi.

Y por nuestro lado también cuecen habas. El césped no estaba a punto, y demasiado lo sabía Samper, presidente del Murcia y creador del nuevo estadio. Él ya tenía previsto que sus chicos no jugaran ahí este fin de semana contra el Numancia, sino acaso dentro de un mes, y ya veremos. ¿Por qué sí jugó la Selección? Porque Samper se ha convertido en el banquero de Villar, al que va echando cantidades para que no se ahogue, y a cambio lo tiene rehén. Y Villar engalanó con la Selección el estreno del campo de Samper. Y si el césped no estaba, ¿qué les importaba a ellos? Sus rodillas no estaban en juego.