Mike Tyson enseña sus tatuajes
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Un casino de Las Vegas ha descubierto una forma más de explotar el nombre de Mike Tyson. Han convertido sus entrenamientos en una atracción más y allá se van los turistas japoneses con sus máquinas para hacerse una foto con el que fuera Hombre de Hierro. No es una idea original, desde luego. Otros muchos campeones pasaron por situaciones similares y recurrieron a cosas parecidas para ganar algo de dinero a falta de las grandes bolsas. Al mismísimo Joe Louis le colocó Frank Sinatra en la puerta del Caesar's Palace para recibir a los clientes. Era una manera de ayudar al ídolo caído y de paso un imán para los aficionados que querían hablar con el mito americano. Si Tyson enseña sus tatuajes, Carnera exhibía su fortaleza en los circos.
El boxeo suele pagar mal a sus estrellas. No los prepara para bajar del cielo. Son muy pocos los que han sabido asimilar el éxito, la fama y las bolsas estratosféricas. Budd Schulberg dio en la diana al pintar a Toro Moreno en su novela 'Más dura será la caída'. Dicen que se inspiró, precisamente, en Primo Carnera. La vida de Mike Tyson también es de novela. Es un personaje primario, con unas condiciones físicas extraordinaria, un tipo excesivo en todo, en la vida y en el boxeo. Como Urtain, como Poli. Todos los campeones que he conocido son personajes especiales, capaces de sobrevivir en el infierno y de aguantar más allá de los límites del sufrimiento. Pero muchos son incapaces de adaptarse a la vida cuando se apagan los focos. Como Mike Tyson.



