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Un partido muy serio: no se rió nadie

Así les gusta el fútbol a estos dos entrenadores: muy serio. Que nadie se ría. Filas prietas, repliegue, asomarse al ataque con muy pocos. Como en estos niveles militan jugadores extraordinarios (y como para jugar de defensa no se pide tanto) a veces hay ocasiones de gol. A veces hay hasta goles. Ayer hubo dos, dos buenas combinaciones. El primero lo marcó Mista, tras un desparramo de la defensa del Madrid. El otro, Raúl, y bien se esmeró él mismo en señalarlo, con los pulgares dirigidos al rótulo de la espalda. Dedicatoria al seleccionador nacional, se supone. Dos goles, un empate y a correr.

Y Ronaldo esperando fuera. Y el Kun, también, hasta que entró e hizo de las suyas, entre las cuales estuvo una vaselina ante Casillas que mandó al limbo la victoria atlética. Y Robinho, fuera igualmente. Y cuando el Madrid se quedó con diez, a Capello le entró la prisa por sustituir a Guti y a Reyes. A Emerson, ni me lo toquen, porque por lo visto es la clave de no sé qué entramado que no impidió que al Madrid le remataran más de lo que el propio Madrid remató, que Casillas tuviera que volver a lucirse mientras Leo Franco se marchaba casi inédito. Pero es que el toque-toque es exfútbol, por lo visto.

En fin, que la gracia la tienen que poner el ambiente, la historia, los pequeños episodios paralelos. Que si Raúl es o ha dejado de ser. Que si el Niño hará por fin gol al Madrid. Que si expulsión justa o no... Esos eran los focos de interés salvo que tuviera el balón Guti, perseguido con faltas de aquí para allá (hasta cuatro amarillas provocó). Y cuando al Atlético se le acabaron las faltas, por temor a segundas amarillas, entonces fue Capello el que se lo cargó definitivamente. Por su parte, Aguirre tampoco fue un prodigio de osadía. Tenía gente para ganar a un Madrid con diez. Pero es otro Don Prudencio.