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Hacia un derby con las mejores caras

Recibimos ayer en AS a los presidentes de Madrid y Atlético, con el aroma de un cocidito madrileño. Un buen rato, de charleta, bromas y desafíos cruzados entre Roncero y Manolete. El fútbol como materia de conversación, el clásico como materia de conversación. Derby, le llamamos ahora. Partido de la máxima rivalidad, decíamos cuando yo era niño. En todo caso, una emoción distinta, que tiempo atrás se traducía en declaraciones altisonantes, que ahora ya no existen. Vivimos otro tiempo, mejor. Ya nadie piensa que hagan falta palabras bordes para arrastrar al público. Lo que arrastra al público son las figuras.

Y figuras hay en los dos equipos. Ese Kun como gran novedad rojiblanca, ese Niño Torres que se debe unos cuantos goles ante el Madrid, ese Maniche de sube y baja, que quizá acabe por armar el fútbol aún disuelto de los suyos... Y en el Madrid, como fondo de las discusiones, Ronaldo. Un arma sicológica que a los atléticos hace temblar. ¿Saldrá unos minutos? ¿No saldrá? Los que sí saldrán será Guti, que ahora sí me parece que está ante su gran año, y papá Van Nistelrooy, y Reyes... Y Raúl. "Que marque Torres pero que ganemos nosotros", deseó ayer en una tertulia radiofónica. Buenas palabras, buenas caras.

Me alegro. Se va perdiendo aquel aire hosco que acompañaba al fútbol, convertido en la práctica en "la continuación de la guerra por otros medios", como lo definía irónicamente Ramón Mendoza, aquel castizo. El fútbol es ahora industria del espectáculo, aunque aún necesite de 'capellos' y 'aguirres' que le den seguridad al conjunto, a veces ¡ay! a costa de escatimarnos la presencia de alguno de nuestros favoritos. Ellos tienen sus razones, tienen su razón. Pero los que nos sacan de casa o los que nos animan a pinchar en el 'pay per view' son los exquisitos, los que hacen lo imprevisto. No lo olviden.