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La noche que tanto necesitaba Raúl

El Madrid necesitaba una noche así. Capello necesitaba una noche así. Raúl necesitaba una noche así. Una noche europea, a estadio lleno, fútbol bonito, de ida y vuelta, con goles a un lado y ocasiones en el otro. Supongo que Capello no estará del todo feliz. Vimos mucho a Casillas, tanto como se le veía antes. Mucho más, desde luego, que en cualquiera de los partidos hasta ahora jugados por el nuevo Madrid del italiano. Pero mejor. El fútbol es espectáculo, y el riesgo y la emoción le dan gracia. Y como todo quedó en solo un gol en contra, démoslo por bienvenido. Ya echábamos de menos los afanes de Casillas.

Porque el Madrid fue, en buena medida, un desorden. El blindaje saltó por los aires, pero a nadie lo importó, porque en el otro lado caían los goles. El primero de Van Nistelrooy, ese revolucionario de un mundo tan cerrado y tan macho como el fútbol, que se tomó baja por paternidad ante un parto que venía complicado y que luego fue feliz. Durmió mal, pero no lo bastante como para no saldar la noche con dos goles, el primero de los cuales dedicó a la recién nacida. Los niños llegan con un pan debajo del sobaco, se dijo siempre. La pequeña Van Nistelrooy le ha traído dos goles a su amante papá.

Y Raúl. Capítulo aparte. El trabajo de siempre, sólo que acompañado de dos goles. El primero, apareciendo bien por el segundo palo, para cabecear cruzado un perfecto centro de Reyes. El segundo, adivinando el atarugamiento del defensa para dejar después en el camino (igualito que hizo con Cañizares en la final de París) al portero. Gol de conocimiento el primero, gol de chispa, sí, de chispa, el segundo. La chispa de antes. ¿Tendrá razón él? Harán falta otras noches para confirmarlo. De momento, lo suyo queda como el recuerdo más feliz de una noche grata en la que, encima, volvió Ronaldo. Y en vísperas del derby.